Quien pretenda
educar correctamente a un perro, debe saber cómo se presenta, supuestamente, el
mundo a los ojos de éste. Y ésta sería ya una diferencia esencial entre el
hombre y el perro.
Para nosotros, la vista constituye nuestro sentido más
importante para percibir el mundo exterior. En el perro es distinto, para él,
el olfato es la fuente de información más importante. Por los olores reconoce a
las personas, su entorno y a otros animales. Así como nosotros, al llegar por
primera vez a una vivienda, recorremos con nuestros ojos el ambiente, el perro
olfatea todo.
OLFATO
Con ello,
puede percibir también huellas mínimas de olores. Ésta es también la razón por
la cual los perros son tan buenos rastreadores. En la caza, los antepasados de
nuestros perros se fiaban completamente de su olfato, tal como lo siguen
haciendo hoy en día los perros salvajes. Todavía varios días después de que los
rebaños hayan utilizado una senda pueden oler su huella en el suelo y seguirla.
Incluso a través del aire, el perro recoge huellas olorosas de su presa,
llevadas por el viento.
Frecuentemente,
se puede observar la forma en que los perros de caza «toman el viento»: la
nariz al aire, exploran el qué zona se encuentran el ciervo, la liebre o el
faisán. Los perros logran también espectaculares resultados en la caza de
criminales o en la búsqueda de víctimas de avalanchas. Su valiosa colaboración
es conocida por todo el mundo.
Tan sólo
los lebreles (galgos) cazan guiados más por la vista que por el olfato. Como descendientes
de perros salvajes que vivían en desiertos y sabanas sin viento, cazan la presa
a la vista, persiguiendo lo que se mueve, igual que sus antepasados.
Pero todos
los demás perros experimentan su mundo esencialmente a través del olfato. Y ésta
es también la razón por la cual dejan en todas partes su huella olorosa. Si un
macho que visita una casa extraña levanta la pata sobre el sofá, ello se
considera a menudo como una falta de limpieza. Sin embargo, actúa solamente
como perro y con esta marca deja para otros perros el mensaje de que ha estado allí.
En cambio, no necesita marcar su propio hogar. Allí huele ya de por sí a él y a
las personas que lo rodean. Se dará cuenta hasta qué punto el perro confía en
su olfato si alguna vez se aleja un poco más de usted. Al volver, no elegirá el
camino recto, -a no ser que se encuentre a mucha distancia-, sino que volverá
en zigzag sobre sus propias huellas.
OÍDO
También el oído
del perro supera al humano. Su margen auditivo es considerablemente mayor. Los perros
son superiores a nosotros, sobre todo en la percepción de los sonidos agudos. Cuando,
a las frecuencias más de 20.000 Hz, el oído humano alcanza su límite de
percepción, el perro oye todavía los silbatos para perros, silenciosos para
nosotros, con una frecuencia de 25.000 a 30.000 Hz. El cerebro del perro
almacena los ruidos que le llegan y los vincula con experiencias agradables,
alarmantes o neutras.
En estas
distinciones, el perro se orienta también mucho con las reacciones de su amo. Si,
por ejemplo, usted se asusta de noche al oír ruidos, su perro huele las
alteraciones químicas de su cuerpo relacionados con el miedo y así memoriza el
ruido como peligroso. Entonces, no debe extrañarse si, más tarde, el perro oye
el ruido, tal vez casi inaudible para usted entre una multitud de otros ruidos
mucho más fuertes, y empieza a gruñir.
En el
perro, el oído y el olfato colaboran estrechamente entre sí y vinculan sus
experiencias.
FUENTE: Werner, J. NUESTRO PERRO.
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